La primera vez que tuve una máquina de tatuar en la mano, sentí que aquella vibración era más que un simple instrumento: era una puerta de entrada a un universo creativo en constante expansión. Yo, que hasta entonces me había conformado con dibujar en libretas y hacer bocetos efímeros, descubrí que podía convertir la piel en un lienzo vivo. Cada línea y cada punto de tinta cobraban un sentido tan personal y tan definitivo, que entendí enseguida el poder transformador que encierra el tatuaje.
Los primeros años fueron una mezcla de entusiasmo e incertidumbre. Aprendí el oficio rodeado de historias únicas, de personas que acudían buscando algo más que un simple dibujo: un símbolo de sus convicciones, de sus anhelos o de un recuerdo que deseaban honrar. Poco a poco, empecé a sentir la necesidad de llevar mi expresión más allá del tatuaje. Sumergirme en la pintura fue la respuesta a esa inquietud. Encontré en los pinceles y en la paleta de colores una forma de plasmar mis emociones sin la premura del trazo definitivo, tan característica del mundo del tattoo.
Esa dualidad —la intensidad del tatuaje y la contemplación de la pintura— me llevó a soñar con un espacio propio donde ambas disciplinas pudieran convivir. Buscaba un lugar que desafiara la idea de que el arte del tatuaje es “menor” frente a la pintura, y viceversa. Quería que el público entrara y sintiera la energía creativa mezclarse con el latido de las historias personales que daban vida a cada obra. Así nació Sigma Soul.
El nombre “Sigma” se inspira en un arquetipo de libertad individual, autosuficiencia y autenticidad, cualidades que vi reflejadas tanto en la labor de un tatuador —que improvisa, escucha y crea— como en la de un pintor —que se sumerge en su mundo interior para proyectar sueños y emociones en el lienzo—. “Soul” hace referencia a esa fuerza interior que a todos nos impulsa a expresarnos, el núcleo de nuestra sensibilidad y nuestra esencia.
La apertura de Sigma Soul significó la convergencia definitiva de mis dos pasiones. En este espacio, el lienzo y la piel comparten protagonismo. Las pinceladas y los trazos de tinta cuentan historias de libertad creativa, de valentía y, sobre todo, de autenticidad. Con cada obra —sea un tatuaje o una pintura— se renueva mi convicción de que el arte es un lenguaje capaz de revelarnos el alma, tanto la propia como la de quienes se atreven a imaginar algo diferente.