Por qué hago solo cinco pares de cada modelo (aunque podría vender 50)

A veces me preguntan por qué limito tanto lo que hago. Por qué no produzco más pares de cada diseño, si hay demanda. Por qué me empeño en sostener un sistema tan pequeño, tan deliberadamente restringido. La respuesta es simple, pero va en contra de lo que se espera: porque el límite no me asfixia, me ordena. No es una estrategia comercial, es una forma de trabajar con honestidad.

Cuando decidí que cada modelo de Sigma V Soul viviría cinco veces y no más, no lo hice por crear sensación de escasez. Lo hice para no perder el alma del proceso. Porque cuando sabes que solo vas a pintar cinco pares de algo, no puedes permitirte hacer ninguno por compromiso. Cada uno tiene que merecer su existencia. Y eso —el hecho de que no haya margen para repetir o improvisar a medias— cambia todo.

El límite me obliga a concentrar la intención. Me exige precisión, profundidad, rigor. Me hace detenerme más de lo habitual en cada detalle, porque sé que no habrá una segunda oportunidad. No estoy creando producto, estoy construyendo una pequeña serie de decisiones conscientes. Y si hiciera cincuenta pares, el foco se dispersaría. El modelo perdería peso. Dejaría de ser una pieza única y pasaría a ser una fórmula.

Elegí el número cinco por una razón simbólica: el cuerpo humano, los sentidos, los dedos, las etapas vitales. Pero más allá del simbolismo, funciona como una estructura que contiene el viaje completo de una creación. La primera vez que se entrega un par, empieza el ciclo. A medida que se completan las fases —Encuentro, Revelación, Confirmación, Consagración y Leyenda— el modelo se transforma y se consume al mismo tiempo. Y cuando llega el último, se cierra. No se reedita, no se repite. Ese cierre lo consagra.

En un mundo obsesionado con producir más, con prolongar el éxito de lo que funciona, decir “esto no vuelve” es un acto extraño. Y, en cierto modo, también es un acto de respeto. Hacia la pieza, hacia quien la compró y hacia mí mismo como artista. No quiero que lo que hago se diluya en la repetición. Quiero que tenga memoria, que deje huella. Y para eso, el límite es necesario.

Hay personas que llegan tarde a un modelo y me escriben pidiendo una reedición. Entiendo la frustración, pero prefiero sostener la integridad del proceso que multiplicar pares por presión. Lo escaso no vale más solo por ser escaso: vale más cuando se siente completo. Cuando sabes que forma parte de algo que tuvo un inicio y un final claro.

Hago cinco pares porque no quiero que lo que hago se convierta en un número más. Quiero que cada diseño tenga principio, medio y final. Que se convierta en una pequeña historia cerrada. Una que no se puede volver a contar igual.

Y si eso significa vender menos, bien.
Porque también significa crear mejor.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio