En un mundo que parece moverse al ritmo de la inmediatez y la producción en masa, decidí crear Sigma V Soul como un acto de resistencia creativa. Me llamo Germán y pinto zapatillas a mano, una a una, bajo un ritual que he construido con el tiempo, la experiencia y mi propia visión del arte. Cada par surge de mi inspiración y de un proceso personal que no puedo —ni quiero— forzar bajo los lineamientos de otra persona. No trabajo por encargo, y esta decisión no es un capricho, sino la esencia de mi marca y de mi filosofía de vida.
La exclusividad no es un truco de marketing
Para mí, la palabra “exclusivo” no significa un lanzamiento masivo de 10.000 pares con una etiqueta de edición limitada. En Sigma V Soul, cada modelo nace en un número realmente restringido: solo cinco pares. Cada uno pasa por cinco fases simbólicas —Encuentro, Revelación, Confirmación, Consagración y Leyenda—, y cuando esas cinco piezas se van, no vuelvo a reproducirlas jamás. Este es mi compromiso con la autenticidad: cada par es irrepetible, único y no negociable.
El ritual creativo, la clave de mi identidad
El hecho de no tomar encargos nace de un acto de honestidad conmigo mismo y con mi trabajo. Creo profundamente en que la creación de una pieza de arte —en este caso, una zapatilla pintada— debe ser un proceso libre, que fluya sin presiones externas ni expectativas ajenas. Mi inspiración llega de distintas fuentes: puede ser una idea que me surge tras leer un poema, un detalle que observo en la calle o incluso una emoción que me invade en un momento concreto.
Pintar por encargo anularía en parte este ritual tan íntimo, pues tendría que amoldar mi visión a requerimientos y referencias que no forman parte de mi proceso natural. Y ahí siento que se perdería la magia que da vida a cada par.
La energía que se imprime en cada paso
Cuando inicio un modelo, no sé con exactitud a dónde me llevará la pintura ni qué texturas o matices surgirán. Esta libertad es lo que imprime un sello genuino en la pieza. Desde la primera pincelada hasta el barnizado final, la zapatilla se transforma en un lienzo donde expreso mi forma de entender el mundo.
Además, esta energía no termina cuando entrego el par. En el estudio, tengo el Muro de Iniciación, un espacio físico donde pego las notas de quienes adquieren mis obras. Cada testimonio se convierte en parte de la historia de Sigma V Soul, alimentando ese legado emocional que trasciende la moda y las tendencias.
Un acto de coherencia y respeto
Decir “no” a los encargos es también un acto de coherencia con la filosofía de Sigma V Soul y de respeto hacia la persona que se lleva la zapatilla. Prefiero que cada diseño sea fiel a mi impulso creativo, a mi narrativa interior, a esa chispa que me dice “ahora sí”. De esta manera, quien adquiera un par sabrá que lleva consigo una historia verdadera, forjada sin ataduras ni imposiciones.
Cuando el alma está puesta en cada trazo y el límite de cinco pares se respeta a ultranza, el valor de la pieza se vuelve incontestable: no por el precio, sino por la potencia de su simbolismo y por el acto de libertad que supone su creación.
Por eso, no hago zapatillas por encargo: porque cada par de Sigma V Soul es un testimonio de mi visión más pura y un diálogo sincero con la persona que decida caminar con arte en sus pies. Así, sostengo lo que creo y creo lo que sostengo, sin perder la esencia que hace de esta experiencia algo único e irrepetible.