Carta abierta a quien colecciona con el corazón un poco cansado

A veces uno mira su propia colección y no siente nada.
Ni orgullo, ni emoción, ni deseo.
Solo acumulación. Objetos que alguna vez significaron algo, pero que hoy se ven… quietos.

Si te pasa eso, esta carta es para ti.

No como reproche.
Como conversación pendiente entre dos personas que entienden lo que es amar una pieza y también llegar a desconectarse de ella.

Porque el coleccionismo, cuando se hace con sentido, no es solo tener.
Es asumir algo.

Tener una pieza única —de verdad única— no es una victoria silenciosa ni un trofeo estático.
Es una forma de decir: esto me representa.
Y decirlo no una vez.
Sino cada día que la conservas.

Cuando alguien se lleva un par de Sigma V Soul, se lleva algo que no volveré a hacer.
Cinco pares por modelo. Cada uno en una fase. Y después, se cierra.
El objeto, si está bien hecho, merece tener principio y final.

Y si tú tienes una de esas piezas —de esta marca o de cualquier otra que sientas parte de ti—
lo que tienes en las manos no es poder.
Es una responsabilidad pequeña, pero real.

Responsabilidad de recordar por qué lo elegiste.
De no dejar que se pierda entre compras impulsivas o comparaciones sin sentido.
De mantener viva la intención con la que llegó a ti.

No para presumirla.
Sino para escucharla de nuevo.

Sé que a veces cuesta.
El mercado agota. Las redes distorsionan. La lógica de tener por tener anestesia.
Pero si alguna vez sentiste algo al encontrar una pieza que te tocó de verdad,
eso puede volver.

Solo tenés que mirarla distinto.
Como si no fuera tuya.
Como si tuvieras que volver a ganártela.

Porque lo verdaderamente exclusivo no se repite.
Y cuando ya no se repite, lo que haces con ello tiene peso.

Gracias por cuidar.
Gracias por elegir con criterio.
Y si alguna vez dejaste de hacerlo, no pasa nada.
Siempre se puede volver.

Desde el estudio,
Germán
Sigma V Soul

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