Voz de un solo par. Desde el taller hasta la calle.
Estilo literario / tono íntimo / con alma.
Me llamo 1 de 5.
Nací en un taller donde huele a cuero, pintura y concentración.
Mi forma no vino de una fábrica, sino de una pausa.
De una decisión hecha a mano.
Soy única, aunque a veces me confundo con mis hermanas —ellas también son únicas a su manera.
Mis primeros días los pasé en silencio.
Me sostenía una estantería de madera.
Desde ahí, observaba pinceles bailar, ideas nacer, errores volverse estilo.
Hasta que un día, Germán me giró en sus manos, exhaló como quien firma algo importante, y dijo:
“Ya estás.”
No sabía entonces lo que me esperaba.
Fui envuelta con mimo.
Pero no con plástico ni burbujas, sino con historia:
una caja con cicatrices, una nota manuscrita, y ese aire de secreto compartido.
Cuando por fin me abrieron, unas manos humanas me tocaron.
No eran manos cualquiera.
Eran las manos de alguien que había esperado.
Alguien que miró como si yo significara algo.
Y sí, claro que significaba.
La primera vez que pisé calle, sentí un escalofrío.
Asfalto. Tierra. Baldosas sueltas.
Mi suela rozó el mundo real.
Y comprendí que ya no era solo una obra.
Era parte del cuerpo de alguien.
Desde entonces he vivido mucho.
He estado en conciertos donde nadie me miró,
pero también en charlas donde alguien me señaló y preguntó:
“¿Eso qué es?”
Y la persona que me llevaba dijo algo que no olvidaré:
“Esto no es un zapato. Es una idea caminando.”
He envejecido.
Tengo marcas, dobleces, manchas que no se van.
Pero en lugar de esconderme, me las han dejado.
Como si cada rasguño dijera: “esto ha pasado, y vale la pena recordarlo.”
No sé si llegaré a ser Leyenda.
Tal vez me queden pasos. Tal vez me guarden algún día.
Pero lo que sé es esto:
Yo no fui hecha para durar intacta.
Fui hecha para vivir con sentido.
Para acompañar una historia que no es mía,
pero en la que me dejaron caminar.
Y eso, créeme,
es más de lo que muchos objetos pueden decir.